Educación no Formal: cómo potenciar a esta pieza clave de la empleabilidad en Argentina
La educación no formal en Argentina se consolida como un actor estratégico para el desarrollo del país. Así lo demuestra el reciente informe del Observatorio de Educación y Trabajo de la Cámara Argentina para la Formación Profesional. Los resultados revelan un sector dinámico, resiliente y comprometido con la formación para el trabajo, que frente a un contexto económico complejo ha optado mayoritariamente por la innovación, el desarrollo de nuevos servicios y la expansión de sus fronteras. Más allá de las dificultades, las instituciones educativas no formales expresan una voluntad clara: ser integradas y articuladas como parte activa del sistema educativo y del proyecto de país.
El estudio, que analizó respuestas de más de 600 instituciones educativas no formales en el país, destaca la necesidad de “de integración sistémica, regulación habilitante y fomento de alianzas“. El documento señala: “La educación no formal es ampliamente valorada como herramienta de desarrollo nacional, destacándose su rol en el aprendizaje continuo, la actualización de habilidades, la inserción laboral en regiones postergadas y su complementariedad con la educación formal”.
Uno de los datos más contundentes del informe es el consenso sobre el rol que debe asumir el Estado: el 93% de las instituciones encuestadas considera que es necesario impulsar políticas públicas específicas y generar mecanismos de articulación entre las distintas modalidades e instancias educativas, permitiendo que lo no formal complemente, expanda y enriquezca al sistema educativo en su conjunto. Se trata de construir un sistema más flexible, integrado y orientado al desarrollo humano y productivo del país.
Respecto al panorama de la crisis económica, un 39% de institutos encuestados adopta la innovación de productos y servicios como forma de supervivencia. Un dato esperanzador es que la mayoría de los ajustes no implican despidos, pero sí contención de costos. Si bien un 29% aplicó reducción de costos, solo el 7% recurrió a la reducción de personal, lo que muestra una voluntad de preservar el capital humano.
Otro dato destacado del informe es el avance sostenido del proceso de internacionalización. En apenas un año, la cantidad de instituciones que venden cursos en América Latina pasó del 30% al 43%, consolidando a la región como un mercado estratégico para el sector. Si bien aún son pocos los institutos que obtienen un porcentaje significativo de sus ingresos del exterior, la tendencia es clara: la educación no formal argentina comienza a proyectarse más allá de las fronteras. Este crecimiento responde a la calidad de la oferta, a la afinidad cultural con los países vecinos, y a una creciente disposición institucional para adaptar contenidos, incorporar tecnologías y atender nuevas demandas.
Por otro lado, se revela que un 37% de los institutos no ha aplicado Inteligencia Artificial en absoluto. Esto demuestra una brecha significativa en capacidades tecnológicas y una oportunidad clara para acompañar procesos de transformación digital en el sector. Por el momento, los espacios que si utilizan IA la destinan a tareas operativas, marketing y generación de contenidos.
La educación no formal no solo responde con agilidad a los cambios del contexto, sino que además cumple un rol clave en la ampliación de derechos y oportunidades. Su capacidad para formar habilidades prácticas, fomentar el aprendizaje continuo, facilitar la inserción laboral en regiones postergadas y complementar la educación formal con enfoques más flexibles y aplicados, la convierten en una pieza esencial del desarrollo nacional. Reconocer, articular y fortalecer esta modalidad no es solo una decisión educativa: es una apuesta estratégica por una Argentina más inclusiva, productiva y conectada con el futuro.
Las cinco propuestas del Observatorio
- Reconocimiento e integración al sistema educativo: Es necesario construir mecanismos institucionales de articulación entre la educación formal y la no formal, que permitan reconocer, complementar y vincular los distintos trayectos formativos a lo largo de la vida. Esto implica superar la fragmentación actual del sistema educativo, donde cada modalidad funciona de manera aislada, y avanzar hacia una lógica de reconocimiento mutuo y acumulación de saberes, sin importar su origen institucional. El objetivo es que toda formación —formal o no formal— tenga valor, trayectoria y proyección, y que los recorridos educativos puedan adaptarse a las realidades diversas de los estudiantes.
- Articulación público-privada: Promover programas de alianzas entre instituciones educativas y sectores productivos, orientados a identificar necesidades de formación y codiseñar trayectos formativos relevantes. Crear espacios de concreción territorial, como mesas sectoriales o polos regionales de educación no formal, con participación de gobiernos locales, cámaras empresarias, asociaciones gremiales, organizaciones sociales y entidades formadoras.
- Fomento a la internacionalización: Diseñar un programa nacional de internacionalización de la educación no formal, que incluya apoyo técnico para la adaptación de contenidos, promoción en plataformas globales, traducción, certificación y articulación con otros países de la región.
- Transformación digital e inteligencia artificial: La transformación digital y el avance de la inteligencia artificial abren enormes posibilidades para mejorar la educación, pero deben ser abordados con conciencia, ética y responsabilidad social. Es fundamental aprovechar la tecnología para mejorar los procesos pedagógicos, administrativos y de acompañamiento, sin reemplazar la dimensión humana de la enseñanza ni delegar completamente las decisiones formativas a los algoritmos. Promover el uso crítico y estratégico de la IA, especialmente en instituciones que trabajan con jóvenes, implica proteger su desarrollo integral, su privacidad, y garantizar que la tecnología esté siempre al servicio del aprendizaje, y no al revés.
- Financiamiento e inclusión: La educación no formal cumple un rol clave en ampliar el acceso a oportunidades de formación y empleo, especialmente en sectores sociales y regiones históricamente postergadas. Para que ese potencial se traduzca en impacto real, es necesario implementar políticas de financiamiento inclusivas, como becas o subsidios específicos para estudiantes de sectores vulnerables que elijan cursar en instituciones de educación no formal. Estas medidas permitirían reducir brechas territoriales, sociales y digitales, y garantizar que la decisión de formarse no dependa nunca de la capacidad de pago, sino del derecho a proyectar un futuro mejor.
El informe completo, en el LINK
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